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Admíranse los utópicos de que haya hombres tan insensatos que puedan hallar deleite mirando el dudoso brillo de una piedrecilla sin valor, pudiendo como pueden contemplar las estrellas o el mismo sol; y de que haya necios que se crean más ennoblecidos porque es de fina lana el vestido que llevan, ya que la lana —por fina que sea —la llevó antes una oveja sin que por ello dejara de ser oveja. Maravíllanse también de que el oro, que es cosa inútil por su propia naturaleza, sea ahora tan apreciado en todo el mundo, que el hombre mismo, que le atribuye ese valor para su provecho, considere que vale él menos que ese metal, tanto que cualquier lerdo avaro, que no tiene más entendimiento que un pollino y no es menos malvado que orate, tiene en esclavitud a muchos hombres buenos e ilustrados sólo porque posee un más grande montón de oro. Y si la fortuna, o la sutileza de la ley —pues no es sino la fortuna la que eleva lo que es bajo y la que derroca lo que es alto —da ese montón de oro al más vil esclavo o al más abyecto lelo de su casa, poco después que esto ha sucedido entra al servicio de su antiguo criado como una añadidura al dinero de éste. Mucho más les asombra, y la detestan, la locura de los hombres que rinden a los opulentos honores casi divinos, a los cuales nada deben y de los cuales nada tienen que temer; que los honran solamente porque son ricos, aunque saben que son sórdidos y avaros y que no recibirán de ellos, mientras estén en vida, ni un cuarto de penique.
#Utopía – Tomás Moro
Cojo la mochila y marcho hacia Pano.
A trabajar por la mañana y descansar por la noche. A cultivar mi propia comida, a ducharme bajo una cascada. A ver la luna salir y el sol esconderse. A respirar aire, pero de verdad, no el que tenemos aquí. Y a no oir nada, o mejor nadie, que sí escucharé a la Tierra mientras se hace vieja, el viento meciendo los árboles, los pájaros y la lluvia.
Hoy me bajo aquí.
Escuchando: Boy with a coin – Iron&wine